Pasaron los días y las noches, aunque no estaba la guía de la estrella tenía
la certeza de que mi camino era el correcto, avanzaba siempre con mi espada
colgada a la espalda y aprovechaba para beber agua en los pocos oasis que podía
encontrar.
Avanzaba y estaba cada vez más exhausto, caigo de rodillas
un momento y saco mi espada con la intención de apoyarme en ella, levanto la cabeza y parece que
empiezo a ver la luz al final del túnel, lo que parecía arena se empezaba a
convertir en piedras. Eso significaba que el desierto llegaba a su fin, pero no
podía dejar de estar preocupado por mi joven amigo. Empiezo a salir del
angustioso desierto y sigo mi camino.
El camino de piedras no era especialmente llevadero pero estaba
bastante mejor que la angustia del calor. Avanzo unos metros y veo a lo lejos
lo que parece una pequeña cabaña, me acerco a ella con la esperanza de que
alguien pudiera darme un poco de agua, no recordaba la última vez que bebí.
Llego a la casa y llamo, no contesta nadie, así que vuelvo a intentarlo.
Desisto de seguir llamando y abro al puerta, dentro se encontraba un hombre
mayor de baja estatura, me hace un amago para que entre y yo sin importarme
mucho la falta de modales le hago caso, el hombre mayor se levanta y me ofrece
un vaso de agua. El anciano me ofrece sentarme, cosa que hago gustosamente,
empieza a mirar de reojo mi espada como si la conociera. De su boca salieron
las siguientes palabras –llegó el día-.
Le pregunto inmediatamente si conoce la espada y si conoce
el paradero de mi amigo, el anciano empieza a relatarme lo que sabe. -Tengo una ligera idea de donde puede estar tu amigo, detrás de esa montaña hay una antigua guarida
donde habita un señor malvado que conozco demasiado bien, fue un alumno mío en
el arte de la espada, pero un buen día decidió tomar el camino equivocado
usando mis enseñanzas para sus malvados planes, seguramente tú lo veas más
adelante, pero no tienes ninguna oportunidad contra él, a no ser que dejes que
te enseñe los secretos de la espada, esa arma que llevas es la legendaria espada del caballero de la estrella, vamos a
patio a empezar el entrenamiento-
Mi cara fue un poema, me había dicho tantas cosas que era
imposible de asimilar, mi amigo estaba cerca, pero según él no podía hacer nada
ahora mismo y quería que empezara a entrenar y no sabía si tenía tiempo, pero
en una cosa tenía razón. Ahora mismo no tenía ninguna oportunidad contra él,
así que sin saber muy bien la razón salgo a fuera a comenzar mi entrenamiento.
Pasaron algunos días en los que el anciano me enseñaba a
agarrar la espada, como golpear y como defenderme y moverme de la manera más
eficiente posible. Compartimos mucho más que entrenamientos, comidas,
experiencias que el anciano me contaba que me quedaba alucinado. Cuando quedaba
poco para finalizar mi entrenamiento el anciano al que ya llamaba “maestro”,
decidió enseñarme una técnica de combate. Dicha técnica se llamaba “viento lunar” consistía según
explicaba mi maestro en llevar toda la energía a la espada con esta enfundada,
para que al desenfundar la espada soltar una ráfaga de energía de gran fuerza,
mi maestro me aviso del peligro de la técnica tanto para el portador como para
quien la recibe , ya que ambos podían quedar destruidos y que no debería usarla
a no ser que no quedara más remedio. Me confeso que su antiguo alumno decidió
emprender el camino del mal y que se arrepintió profundamente de haberle
enseñado dicha técnica y que no volvería jamás a enseñarla, dicho juramento lo
rompió conmigo.
Era la hora de partir, con mi espada enfundada hacia la
guarida del enemigo pero antes de despedirme quería saber el nombre del hombre
que me había enseñado tanto, jamás olvidare la palabra que salió de su boca, - Kōseifū- era el nombre del venerable anciano.
Emprendo mi camino y como aviso el
maestro llego a la guarida lo más rápido posible, no parecía muy espectacular, no tenía ninguna entrada, solo un camino que llevaba a una puerta a la me dirijo
con la certeza de que el enemigo está cerca. Entré en la Sala y lo
encontré de frente, tan imponente como recordaba de nuestro enfrentamiento en
el desierto, mi joven amigo que estaba a su lado empieza a correr hacia mí,
llega y me da un afectuoso abrazo y se esconde detrás de mí. Me acerco a él sin la intención de pelear, la puerta
para escapar de este lugar estaba detrás suya y fui muy iluso de pensar que nos
dejaría pasar sin más, cuando estoy a poco más de 10 metros de mi enemigo
levanta su espada y del surgen las palabras –Esto debe acabar ahora-. Entendí
inmediatamente que de ese lugar saldría uno como mucho.
Saco mi espada preparado para la batalla, los 2
tomamos posición esperando que el otro hiciera el primer mandoble, cualquier
error podía significar el fin de todo. Esperamos y esperamos que el rival
hiciera algo, pero seguíamos erguidos durante segundos que nos parecieron
eternos. De pronto los 2 en el mismo instante decidimos dejarnos de
caballerosidades y atacar al mismo tiempo, nuestras espadas chocaron con una
fuerza bestial, parecía que nuestro alrededor podía derrumbarse de la fuerza
que desprendíamos. Seguíamos intercambiando
golpes y mandobles, nuestras espadas chocaban con la misma
fuerza. Mi oponente decide dar varios pasos atrás y guardar su espada por un
instante, de repente se quita la capucha que siempre llevaba, era extraño, me
decepciono su aspecto, era rubio con una hermosa melena que bailaba con el
viento y un aspecto físico bastante normal para la fuerza que poseía, pero sus
ojos eran cosa aparte, eran azules y eran capaz de transmitir dulzura y maldad
a partes iguales. Mi rival sonrió y dijo – el maestro te enseño bien-
De pronto el tomó un posición
extraña, tomo la espada por el mango mientras con la otra mano sujetaba la
funda de la espada, entendí lo que iba a hacer, el maestro me aviso de esa
técnica, iba a usar el “viento lunar” contra mí. Comprendí inmediatamente lo
que debía hacer, le dije a mi amigo que se escondiera lo más lejos posible,
corría peligro si se quedaba cerca. Me obedeció sin rechistar se olía
lo que se venía encima. Cuando mi amigo se encuentra a salvo decido mirar a mi
enemigo y sonreír, pongo mi mano sobre la empuñadura de la espada y la otra
sobre la funda, imitando a mi adversario, los dos estábamos dispuestos a usar
el “viento lunar” contra el otro, el maestro Kōseifū me aviso de lo peligroso
de esta técnica, la persona que la ejecuta manda todas sus fuerzas a la espada
para en el momento de desenvainar lanzar una ráfaga de energía al rival, dicha
técnica deja exhausto al que la hace y puede destrozar a quien la recibe, pero
no sabía que podía ocurrir si chocaban dos “vientos lunares”. Ambos empezamos a
concentrar toda nuestra energía en la empuñadura de la espada para lanzar el
ataque, ninguno de los 2 teníamos intención de dar un paso atrás, cuando llego
el momento en el que ambos conseguimos entregar toda nuestra fuerza a la espada
decidimos desenvainar al mismo tiempo.
El resultado fue un choque de
fuerza descomunal que parecía que podía acabar con cualquier cosa, la explosión
de choque provoco que todo se convirtiera en escombros, pero los 2 nos quedamos
mirando el uno a otro, el esbozo un sonrisa y cayó al suelo, había dado todo
por lanzar el ataque, intento acercarme a él, pero al dar el primer paso caigo
desplomado al suelo, entendí de momento que me ocurría lo mismo que a mi adversario,
no teníamos fuerzas ni para mantenernos en pie, era el fin de los 2. Mi pequeño amigo se acerca llorando
a mí con la intención de socorrerme pero es demasiado tarde, sabía que aquel
era mi fin. El pobre niño estaba desconsolado y decido agarrarlo por la cabeza
y decirle mis últimas palabras – coge la espada y corre, ahora el caballero
eres tú-.
Las
lágrimas del niño no cesaban de caer y con mis últimas fuerzas le doy la
espada, el niño se levanta y entre lágrimas en los ojos comprende que yo ya no
puedo seguir el camino pero que él tiene que seguir. Por ultimo me da un beso
en la frente y emprende al camino a la puerta de salida que está detrás del
cuerpo de mi enemigo caído, lo veo alejándose, cada vez haciéndose más pequeño,
hasta que por fin cruza la salida, es en ese momento cuando ya llega lo hora de
dibujar mi última sonrisa por saber que mi amigo está a salvo y cerrar los ojos
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